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Pues yo me quedo.

Relato personal de uno de los muchos que, aún teniendo todos los motivos para marcharse, prefieren descartar la emigración

Publicado en 46020/Valencia el en Sociedad por

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Hace ya bastantes meses que viene repitiéndose en redes sociales y medios de información una tendencia bastante siniestra.  Cada poco tiempo aparece alguna carta abierta, misiva o declaración donde el que la escribe anuncia que se marcha. He leído la mayoría de las que he podido encontrar (no son pocas) y todas siguen un patrón más o menos similar. Y todas encogen igualmente el corazón. Las escribe gente rota, asqueada, que se larga por sentirse obligada a ello y por sentir que en su propio país jamás tendrán unas oportunidades acordes al trabajo que han hecho para formarse. También tienen otra característica común, y es que son obra de gente culta, formada, preparada y con la conciencia suficiente como para sentarse un par de horas frente al ordenador y avisar de lo que les está sucediendo. Desgraciadamente esto no me coge de nuevas, llevo ya bastantes meses padeciendo en persona la diáspora literal o en proyecto de gente de mi entorno. También gente válida y que resultaría muy útil a su país. Como pasa con los protagonistas de esas cartas, estan hartos, y con razón, de no sentirse valorados, de no tener oportunidades, de que sus oportunidades para ganarse la vida sean o un trabajo miserable en algo que no tiene que ver con su formación, o el tener que pelear como chuchos hambrientos hasta por un puesto de becario en el que no se puede ver el horizonte.

Fue una de estas mentes brillantes y que pronto estará al servicio de un lugar que poco tiene que ver con este, la que me activó un disparador de la cabeza. Lo hizo con una frase épica “Cuanto más pienso en los motivos que tengo para irme, más me doy cuenta que son los que tengo para quedarme”. Qué quieren que les diga, tiene toda la razón. Así que utilizando como premisa inicial una idea que no es mía, voy a protagonizar mi propia declaración. No es una carta abierta a ningún gran político o estadista (que actualmente es la gente con cargo que acude a estadios) porque sé que ninguno de esos gusarapos la va a leer, o, de hacerlo, se limpiará el culo con ella.

Por no utilizar una expresión malsonante y ser políticamente correcto, diré que estoy hastiado y mosqueado. Harto de un país que expulsa por omisión o por acción directa a una de las generaciones mejor preparadas. Harto de que para poder medrar y progresar cuente más la afiliación a unas siglas y a un absurdo acrónimo que la preparación y la capacidad de trabajo. Harto de puestos de poder copados por una larga serie de ineptos y mentirosos compulsivos que sirven de comerciales cara al pueblo de poderes mayores. Inútiles que tan solo son monigotes en cuyo ano los intereses privados insertan el puño para hacerles hablar y actuar. Muy harto de un estado insolidario que en lugar de asegurar al débil y necesitado, asegura las ganancias de aquellos que es casi imposible que alguna vez pierdan. Hastiado de una justicia casada con este estado que ataca al que no puede defenderse y protege al que no necesita que lo protejan. Harto, otra vez, de verlos hablar y ponerse “en nuestro lugar” derramando lágrimas de cocodrilo. Y de sus voceros y propagandistas, perros a sueldo, que difunden la idea de que aquí la culpa la tenemos todos. Cansado de sus siglas, de sus colores, de sus nuevas generaciones y de sus juventudes. Horrorizado al ver que buena parte de las demás opciones no son más que una filial en discurso, modo y forma, de las dos grandes. Fatigado de mentirosos, ineptos, gualtrapas, crápulas, lameculos y serviles. Y por último, triste. Triste al ver que lo mejor de un país tiene que largarse fuera porque aquí las oportunidades están reservadas a pelotas, niñatos que han podido pagarse un título “de prestigio” y gilipollas. Pero sobretodo, y ahora siendo egoísta, triste porque algunos de ellos podrían ser parte de mi vida. Resulta triste ver que se aleja una parte de lo que eres, y que muchas veces no lo hace por gusto.

La suma total es que es estoy mosqueado y hastiado, pero yo, por mis santísimos y aun a riesgo de que esta sensación se convierta en desesperanza, me quiero quedar. Y me quiero quedar porque aquí tengo mi vida y mis proyectos, por pequeños que sean, y no me pasa por la cabeza que sea un proyecto de país de inútiles y no yo quien tenga que reiniciar mi vida. También para huir de la sensación de culpa y nudo en el estómago cuando cuente por qué me fui. Porque aunque me cago en el nacionalismo y que las cosas físicas y líneas de un mapa tengan que ser españolas por las gónadas (curiosamente las sociales puede comprarlas cualquier desgraciado) tengo una deuda de vida con un país, nación o como lo quieran llamar. No quiero ver que España, por llamar de una manera reconocible a ese lugar del que me guste o no he sacado tanto, ha quedado en manos de aquellos bocazas rojigualdas que, al estilo del maltratador, la golpean y humillan pero dicen “que la quieren” e impulsan no el avance, el progreso social y la solidaridad, sino el nombre, el rictus y el golpe en el pecho. Me quiero quedar por muchos más motivos, porque quizá algún día el azar me dé la oportunidad de coger por las solapas (metafóricamente, señor juez) a alguno de estos sinvergüenzas, poder cantarle las cuarenta y desearle un herpes genital de la variedad más carnívora. Y me quedaré. Y lo haré con mi licenciatura, mi trabajo de lavaplatos a doble turno y mis ganas de sacar proyectos adelante, por utópicos que sean, porque esto me sigue compensando más que darles la razón e irme porque no soy rentable según su modo de ver las cosas. Así que se van a joder porque yo me quiero quedar. Y lo haré para buscarme la vida, para ganarme la vida y sin dejar de poner un grano de arena que ayude a romper la estupidez imperante y partidista de este país e intentar que la gente deje de mirar el dedo y mire la luna de una puñetera vez. En suma, me quiero quedar, pero no solo para trabajar y vivir, también para poder hacer algo que hoy es casi un deber. Ser una molestia para determinada gente

Datos de contacto

Ferran González Verdugo

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